El pozo
Una tarde fui al pozo, que no quedaba may cerca de la casa, a buscar agua. Nunca me he podido explicar por qué las casas en el campo no se construyen cerca de los pozos. El caso es que una de mis labores era ir regularmente al pozo a buscar agua: para regar las matas del jardín, para bañarse, para los animales, para los barriles, para las tinajas.
Detrás del pozo estaba mi abuelo; se bañaba desnudo tirándose cubos de agua en la cabeza. Mi abuelo se volvió de pronto y entonces comprendí que tenía unos cojones inmensos; nunca había visto nada semejante. Era un hombre con un sexo prominente y, sobre todo, con testículos gigantescos y peludos. Regresé a la casa sin el agua; aquella imagen de mi abuelo desnudo me perturbó. Durante mucho tiempo sentí celos de mi madre con mi abuelo; en mi imaginación la veía poseída por él; lo veía violándola con su enorme sexo y sus inmensos testículos; yo quería hacer algo, pero me era imposible. En realidad, no sabía si sentía celos de mi madre o de mi abuelo; tal vez eran celos múltiples. Después supe que mi abuelo era quebrado. Sentía también celos de mis tías, y qué decir de los celos que sentía de mi abuela que, aunque dormía en una cama separada, tenía más derecho que nadie a disfrutar de aquellos huevos. Aunque todo aquello era producto de mi imaginación, durante mucho tiempo la imagen de mi abuelo desnudo fue para mí una gran obsesión.
Nota bibliográfica: Arenas, Reinaldo. Antes que anochezca. Barcelona: Tusquets Editores, 2001.
4 comments:
Cioran habla de dos clases de suicidas: uno, el que realiza el acto formalmente, in factus, quien no deja de ser un tipo normal y optimista, y dos, el que lo hace día a día, porque en el paralelismo de la vida cada instancia se vive como en la cuerda floja, siempre ante el riesgo, siempre ante la locura.
Sólo en los márgenes existen flores silvestres, con espinas.
saludos,
s.
salud por compartir un pedacito de Arenas.
Sonia, gracias por glosar el pensamiento de Cioran respecto al suicida; tus palabras potencian nuevas caídas por el pozo. Me parece que el segundo suicida tiene la capacidad de ser el mejor autor entre los dos, principalmente porque es consciente de que hace equilibrios al borde de la muerte—o, caída si retomamos la imagen de la cuerda floja. Es más personaje que persona, lo cual facilita su entrada en la piel (papel) de sus creaciones, tan reales como él. Y, como tú bien señalas, siempre existe ese riesgo de ahogo:
“Entonces Joyce le dijo a Jung que su hija escribía lo mismo que él, y Jung le contestó: ‘Pero allí donde usted nada, ella se ahoga’”. (Ricardo Piglia, “Los sujetos trágicos (Literatura y psicoanálisis)”.)
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tropiezo...
Al suicida se lo condena tanto como al mentiroso, porque se convierte en un verdadero autor de su vida. El suicida, lejos de entregarse a la muerte, la elude al escoger la manera de acabar con su vida.
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Favor de indicarme el texto del que parte tu glosa. Gracias.
Otoh
La idea del suicidio es una recurrente en la labor filosófica de Cioran, y como después de un tiempo tomas las cosas dichas como si el amigo ése nunca te las hubiera dicho sino que tú puro te las inventaste, aclaro que no tuve ni la más p. idea dónde las vi. Compadre, que me ha puesto a trabajar, con lo morbo-fanática que soy a la abulia y la inercia.
A ver si le guio por esta otra clase de pozo:
"El acto del suicidio es terriblemente grande. Pero aún parece más agobiante suicidarse cada día..." (p.131, El ocaso del pensamiento)
"Sólo se suicidan los optmistas, los optimistas que ya no logran serlo. Los demás, no teniendo ninguna razón para vivir, ¿por qué la tendrían para morir? (p.88, Silogismos de la amargura)
"Desembararse de la vida es privarse de la satisfacción de reirse de ella.
Unica respuesta posible a quienes nos anuncian su intención de suprimirse." (p.73, Ese maldito yo)
En las Conversaciones (p.161) el entrevistador le afirma que "El suicidio es un tema importante en su obra" a lo que Cioran le responde: "...es capital".
Pero no nos engañemos, a Cioran, en la mecánica de la comunicación del suicidio le incomoda la verbalización, no el acto en sí. El hecho mismo de nombrarlo es lo que lo hace obsceno, por ello y muchos puntos más, defiende el suicidio de cada día, ese mismito que nos chupamos como paletita de mantecado a diario con IVU incluido. La estética de su humanidad radica en reconocernos lamiendo cobre en los suburbios de nuestra desesperación.
saludos
s.
"Una pregunta nos aboca a otra; el hueco que el pozo anuncia se ahonda, se vuelve tan amenazante como una boca abandonada a la carcajada": la caída de una pregunta a otra, de un pensamiento a otro, al parecer, conculca su derecho de vivir ingrávida e inmóvil, suspendida en la abulia como el postrer aliento de una estrella difunta. Seré breve; me resisto a hacerle una pregunta o comentario sobre los otros veinte pesos.
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Le agradezco el tren de citas (o aforismos) con el cual me arrolla como a Perico; el ruido de mi boca me ensordece. También, la felicito por su casa que visité ayer cuando usted no estaba: escuché una canción de Joe Vasconcelos que me gustó en demasía y me puse a leer cuanto pudiese encontrar. Saludos escuetos.
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